viernes, 22 de febrero de 2013
domingo, 17 de febrero de 2013
Inmensidad insaciable
Estaba sentado en una silla, frente al comedor, devorando
grandes cantidades de arroz con salsa de tomate. Mi engordador favorito en las
tardes desperdiciadas de calurosos domingos.
Solo comía, el mundo no me importaba, las manecillas del
reloj no se detenían. Mi casa se encontraba muerta, completamente silenciosa,
como un cementerio a media noche.
Yo estaba lleno, solo comía por pura gula, por costumbre,
por tratar de saciar mi inmensidad insaciable. No lo hacía por hambre.
De repente, una figura muy familiar apareció sentada en el
asiento ubicado al otro extremo de la mesa. Me miraba fijamente, pero sin
pronunciar una palabra. Lo conocía, era mi reflejo, un clon bien hecho, como
mirarse al espejo.
No sentía temor, solo una curiosidad infinita. Dejé el plato
de arroz a un lado y subí al comedor, donde solo con unos cuantos pasos, llegué
hasta donde él ¿yo? Me senté sobre el frágil vidrio y esperé a que me hablara.
-¿Qué quieres de mí? Le pregunté.
-Todos quieren algo, yo no. Me respondió.
Me sorprendió bastante que me siguiera la corriente.
-¿Cómo apareciste aquí?
-No lo sé. Disfrutaba de la soledad y apareciste de repente.
-¿Eres mi clon?
-No, tú eres el mío.
-No, no lo soy. Solo eres una fantasía, un producto de mi
imaginación.
-¿Y qué tal si tú eres producto de la mía?
-No me agradas.
-Tú tampoco.
Después de eso, los dos nos quedamos en el mayor de los
silencios. Poco a poco, a medida que las manecillas del reloj seguían yendo y
viniendo, él fue desapareciendo, desvaneciéndose, evaporándose, mezclándose con
el maloliente aire, hasta no quedar nada.
¿O había sido yo el que desapareció?
Eso no lo sabía, mi casa volvía al silencio y la
tranquilidad que tanto apreciaba. El plato con arroz seguía a mi lado, lo
arrastré hacia mí y comencé de nuevo a devorar grandes cucharadas y a seguir
desperdiciando mi día.
L.D.M.L
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