Andrea
la artista dibujaba enérgicamente su alter ego en las blancas hojas
de papel que tenía en frente. Cuando dibujaba, parecía que algo la
dominara, que algo controlara sus movimientos y sus pensamientos,
pues el mundo, mientras la punta del lápiz dejaba todo su carbón en
las hojas, se detenía completamente.
Su
alter ego era lo opuesto a ella, pero no quería dibujar aquello
para dejarlo libre, sino para encarcelarlo, para nunca, de nuevo,
dejarlo salir. Todos tenemos un lado oscuro, pensaba Andrea, y
nuestro deber es mantenerlo dentro, muy adentro. No deseaba recordar
aquella vez que salió a la luz.
Andrea
la artista solo quería ser buena, no le interesaba la maldad, ni
hacerle mal a nadie. Sin embargo, dudaba bastante que su pequeño
experimento funcionara. ¿Qué haría una hoja de papel para evitar
que saliera otra vez? No lo sabía, pero esperaba ansiosa que así
fuera.
Al
terminar, miró su obra de arte. Su alter ego la asustaba, la ponía
nerviosa, era increíble como dentro suyo pudiera existir un ser así.
Y sin embargo, después de verlo con mayor detenimiento, pudo notar
que su alter ego era igual a ella, y si era igual ella no podría ser
un alter ego, pues solo era bondad.
Andrea
no podía encerrar lo que ella era, Andrea no tenía un lado oscuro
como firmemente pensaba, Andrea nunca había dejado de ser quien era. Al darse cuenta de eso, rompió el dibujo en
mil pedazos y salió de su cuarto, a la vez que el sol empezaba a
dominar los cielos y miles de voces y pensamientos entraban
precipitadamente a su cabeza.
L.D.M.L