viernes, 19 de abril de 2013

fotografias

Maravillado por la luz de luna,
Que jamás, no se va,
La piel se revela a solas,
La vergüenza perdió su elegancia,
Todo este mutismo entristece,
Entre risas el tiempo así se siente,
Una mirada al vacío del cielo,
La calma de la desesperación es alta.
Lo Eterno nutrió a las sombras sobre este terreno,
Soñando con los siglos que han pasado,
Grandes olmos se alzan solemnes en la hierba,
Arqueados sobre el oculto mundo de antaño.
En torno a la escena la luz de la memoria juega,
Y las hojas muertas susurran los días perdidos,
Anhelando las figuras y los sonidos que ya no serán.




















miércoles, 17 de abril de 2013

Mi mente confundida


Caminando de un lado a otro de su celda, David, enfurecido, no dejaba de golpear las paredes acolchadas que resistían todos sus golpes. Una especie de loco furor se había apoderado de él. Trasladado a aquel manicomio, no le pesaban los momentos que estaban haciéndole pasar, si no la ingratitud y la estupidez que aquel jefe de policía que, dejándose llevar por la desaparición de unas pruebas, se había negado a creer lo que él le había contado.
Sin duda, se dijo, algo debía de haber ocurrido para que la pruebe tomada por Milton no reprodujese, de la misma manera que aquella copia que había proyectado en los estudios, la repugnante imagen de la criatura extraterrenal que había tomado la apariencia y la personalidad de linda Klinger.
Sometiendo su cerebro a un trabajo durísimo, el joven ayudante del director se preguntó,  una vez más, como había sido posible que la cámara mintiese. Y no tuvo más remedio que rendirse a la evidencia, contestándose a aquella pregunta para llegar a la conclusión de que las extrañas criaturas que habían llegado desde otra dimensión, poseían poderes especiales, capaces de tergiversar incluso las imágenes captadas en la película, cosa que no había hecho en la primera ocasión, ya que los tres ignoraban por completo que tal cosa hubiera sucedido.
Eso debió ser lo ocurrido.
Pero había más que una manera de explicarse la actitud de la falsa linda Klinger, ni Milton, ni el director, ni él habían dicho una sola palabra de lo ocurrido en la sala de proyecciones. En realidad solo Milton y él fueron los que vieron las terribles imágenes, aparte del operario proyector, que también debía de haber guardado silencio.
Y para que aquello se supiera, para que la noticia llegara hasta los tres misteriosos personajes que se albergaban en el metrópol, solo podía pensarse que estos poseían la manera de leer el pensamiento de las personas; es decir, que tenían poderes telepáticos.
Y aquello significaba también un peligro terrible para la tierra. Porque si las criaturas venían de otro mundo u otra dimensión eran capases de leer los pensamientos de los que estábamos en esta tierra, o mejor dicho los que estábamos vivos.
Las estúpidas preguntas del psiquiatra, la clase de análisis que le había hecho, los complicados tests, le pusieron fuera de sí. Por eso le habían encerrado en aquella celda de paredes acolchadas. ¡Le habían tomado por un loco peligroso! ¡Banda de estúpidos!
El había hecho lo posible para que el médico comprendiera su punto de vista, hablando con regularidad, despacio de manera normal. Le había contado todo completo desde  aquel preciso instante en el que había presenciado aquellas terribles criaturas y tomaron la vista que después, en el negativo color, demostraron la verdadera personalidad de los falsos artistas. Había dominado su cólera, frenado sus nervios, esperando que el médico, que le contemplaba con una impenetrable expresión, comprendiera su punto de vista y se percatara del tremendo peligro que David le estaba anunciando.
El resultado era aquel: se encontraba en aquella celda y era casi seguro que tardaría muchísimo tempo en volver en comunicarse con él, salvo en las contadísimas excepciones en que le trajeran alimento tres veces al día.
Volvió a golpear con furia las paredes, algo se produjo en el interior de su cerebro. Fue como si una luz interna cegara sus sentidos. Se quedó quieto, en una actitud ridícula y un tanto cómica, con los puños levantados como si quisiera segur golpeando las paredes de la celda. Y luego de forma paulatina, una especie de tremenda paz y de seguridad penetro en él, borrando las huellas que la cólera había dejado en su conciencia. Retrocedió, se sentó en el borde de la cama y esperó, con una seguridad intuitiva, como si supiera que tenía que ocurrir algo. Y así fue.
Momentos más tarde, la voz de linda Klinger, una voz interna y sin sonido, puramente mortal, llegaba hasta él.
<Hola querido>. Los músculos de su cuerpo se contrajeron, era como una resistencia a algo que no podía concebir. Pero una nueva oleada de blandura, de tranquilidad, recayó sobre él, haciendo que dejara aquella postura erecta, aquella dolorosa contracción de todo el cuerpo que le mantenía tieso como un palo.
<No te preocupes, querido- siguió diciendo la voz -. Voy a ayudarte>. Atreviéndose, David dijo ¿Dónde estás, linda?
<No hace falta que hables, amor mío – respuesta de la voz interna de ella-. Basta que pienses tus respuestas. Estoy comunicándome contigo gracias a un procedimiento telepático. Sé que tú ya habías sospechado que nosotros, nosotros tres, poseíamos esa arma mortal tan extraordinaria.>
-Yo se que pensabas que era de este mundo pero en realidad este cuerpo no es mío.
-No puedes imaginarte cuanto lamento lo ocurrido.  
-Y, ¿Qué piensas hacer ahora?
-Ya te lo he dicho antes, salvarte. Y debo esperar un poco. Dentro de unos instantes una celda se abrirá. No hagas caso a nada de lo que veas. Tampoco quiero que te detengas. Dirígete hacia la salida del sanatorio. Allí te estoy esperando, en un carro.
El silencio mental cayo directamente sobre él. Sin dar crédito a lo que acababa de oír, asustado con la posibilidad de que verdaderas alucinaciones vinieran ahora a mostrar el mal estado de su cerebro. David, se sintió al principio sobreprotegido por un íntimo y terrible pavor. Pero en aquel momento, la celda de la puerta se abrió.
David se puso en pie y se dirigió hacia la salida de la celda. Allí vio, con sorpresa, que había sido el guardián que la había abierto. El hombre le miraba con los ojos dilatados, pero con una expresión especial en la mirada, como que le hizo comprender enseguida a David que aquel desgraciado estaba bajo el efecto de un potente influjo hipnótico.
Avanzando rápidamente  por el pasillo encontró a otros personajes de la clínica: médicos, enfermeras, incluso visitantes. Todos ellos estaban inmóviles, parecían estatuas, bajo el efecto hipnosis que debía de llegar, atreves de ondas  mentales, desde el exterior, donde la poderosa linda Klinger, que de alguna manera había que llamarla, estaba actuando sobre ellos.  
Apretando el paso, David llegó junto a la escalera y descendió con rapidez los escalones cubiertos con una espesa y elegante alfombra. Una vez en el vestíbulo, la escena vista en los pasillos del piso superior se repitió, de manera más amplia, ya que allí había muchas personas, seguramente visitantes, todos ellos en la misma actitud de inmovilidad  que los que el joven había encontrado en el pasillo del primer piso.
La puerta estaba abierta. Al atravesar el umbral, David  no pudo contener un suspiro de satisfacción. ¡Estaba respirando aire libre! Y, sin poder evitarlo, apretó el paso, hasta echar a correr de manera franca. Que mantenía y así atravesó el amplio jardín, para salir adelante del portero que mantenía aquella misma actitud de palo, y luego dirigirse hacia el vehículo donde linda Klinger, es decir “la otra”, le estaba esperando.
Nada más sentarse en el carro, este se puso en marcha corrió rápidamente por la amplia avenida.
David pensó unos momentos que la falsa linda le llevaría hacia el hotel <Ormuz >. Pero no fue así la mujer que conducía el vehículo con verdadera maestría, se alejó del centro de la ciudad y tomo una de las  carreteras que conducía al exterior. Sin cambiar una sola palabra con David, ella apretó el acelerador, una vez en la autopista, y el coche se alejó a gran velocidad de la ciudad, que quedó atrás, confundiéndose cada vez más con la neblina que la cubría casi por completo.
Fue mucho más tarde, cuando ya casi empezaba a anochecer, que el vehículo se detuvo en un sitio solitario, no lejos del mar, ya que desde loa lato de la carretera, que bordeaba un profundo acantilado, se oía el rumor sordo y pagado de las olas que se estrellaban rítmicamente contra las rocas, en la misma base de la carretera.
Linda fue hacia él.
-¿contento, David? Pregunto
-Bastante, linda. Es decir….
Ella frunció el ceño.
-¿decías algo? –pregunto, al ver que el guardaba silencio.
- Sí. Hemos de poner las cartas sobre la mesa, amiga mía. Ya sé que no eres linda.
La sonrisa se amplió en los labios de ella.
-se que lo sabes, David. Pero ¿tanto te importa eso?
David hizo una mueca.
-Es probable que sí.
-Yo sé que estás enamorado de la verdadera Linda, David. Lo descubrí rápido. Pero ¿no me parezco a ella como una gota de agua?
-Depende….
-¿De qué?
-bien lo sabes. Tuve tiempo de ver lo que verdaderamente eres cuando proyectamos aquel trozo de película.
-¿Te refieres a eso?
-¿Te parece poco?
-Muy poco, querido mío. La cámara capto, un aspecto de nuestra anatomía que solo es posible contemplar en otra dimensión. Si ya sé que somos muy viejos, y que nuestra piel y nuestro cuerpo han podido descubrir los defectos gracias a esas malditas cámaras. Pero tú me ves con tus ojos, David. ¿No soy tan hermosa como linda?
-Aparentemente, sí.
-Puedes decir que realmente, Tú no tienes ojos de vidrio, ojos muertos como esas cámaras de luz. Me estás viendo tal como soy.
-No puedo creerte.
-pronto me creerás. No creas que ninguno de los tres hayamos escogido la personalidad de esos histéricos actores de cine. Lo que ocurrió, sencillamente, fue que coincidimos con ello, y que nos parecemos bastante, desde el punto de vista físico. Pronto te darás cuenta, porque quiero llevarte conmigo, David.
-¿A dónde?
-poco importa. Tengo en mis manos poderes suficientes para que seamos inmensamente ricos. Dejaremos que  liriun y akra regresen al otro mundo.
_ ¿Quiénes son esos?
-Los que tú conoces bajo el nombre de Alan costero y marlow Akra es mi padre. Liriun era mi esposo.
-¿vas a abandonarlo?
Ella sonrió
-Tú podrías comprender, David. Las cosas no son en la otra dimensión como aquí. En el mundo,  a Liriun le importa muy poco. Lo mismo que él me importa a mí. Pero aquí en la tierra, al leer tus pensamientos, al analizar tus sentimientos, he descubierto algo verdaderamente maravilloso, algo que ha desaparecido de mi dimensión.
-¿Qué es ello?
-El amor, cariño. Un amor primitivo y salvaje, a los ojos de las otras criaturas que están en el otro mundo. Pero, es curioso; para una mujer como yo, este descubrimiento me ha removido hasta lo más íntimo. Quizá no estaba tan evolucionada como mi padre y mi esposo creían. Y es muy posible que haya quedado en el fondo de mi carne una especie de recuerdo lejano de lo que fue la vida en este mundo cuando faltaban miles de años que yo naciera. Pero eso ha ocurrido David. He descubierto el amor en la tierra, una cosa nueva, atractiva, maravillosa…
-Y, ¿crees que ellos te dejaran quedar aquí?
-Claro que sí. Dentro de poco nuestra luz, nuestro portal al otro lado estará abierta. Y, akra, mi padre y liriun, mi esposo, regresaran a donde pertenecemos.
-¿Y los verdaderos Alan colster, Douglas y linda?
_Ellos regresaran a aquí a la tierra. Están protegidos, gracias a un poder especial de mi padre. Tranquilo, volverán no te preocupes. Pero quiero que me prometas algo…
-¿Qué?
-Que no pensaras nunca más en la verdadera linda Klinger. Yo te cuidare, David. Mis poderes telepáticos y otros que no puedes ni siquiera imaginar, estarán a tu disposición. Serás rico, poderoso, pero siempre a mi lado.
David no pudo evitar un estremecimiento.
-Y, ¿si no acepto tu proposición? – pregunto. Sin atreverse a mirar a la mujer.
-La aceptaras. Tengo los medios suficientes para obligarte, cariño. Pero no quiero hacerlo…. A menos que tú me obligues…
-Comprendo. Será capaz de dominarme como a todos esos hombres y mujeres a los que has adormecido para permitirme que escapar del manicomio.
-Así es, cariño. Me dolería mucho, pero no tendrías más remedio que hacerlo.
David se mordió los labios.
Hubiera dado cualquier cosa por tener una pistola al alcance de su mano. De haberla tenido, hubiera disparado sin la menor vacilación contra aquella criatura monstruosa que se escondía detrás del aspecto agradable y hermoso de linda Klinger. Porque él sabía lo que se escondía al otro lado de aquella piel, de los ojos aterciopelados, de la boca perfectamente dibujada, de los cabellos sedosos que caían sobre sus hombros femeninos.
Él lo sabía.
Una piel ajada, repleta de arrugas, cubriendo apenas un esqueleto. El aspecto total y global de un ser que había vivido cientos y cientos de años y que el frio ojo de las cámaras de cine, aquel frio ojo de cristal del que había hablado ella, había descubierto, al mismo tiempo que la horrenda maquinación de aquella criatura, venida de un mundo el cual no conocemos. Aquella criatura que jugaba con los humanos gracias a los poderes excepcionales que poseían.
La luz a la otra dimensión se estaba abriendo.
 A pesar de estar mirándola, de no separar los ojos de ella, David Olson tardo mucho tiempo en entrar en contacto con la realidad. Estaba sumido en una especie de raro estado, como si hubiese roto todas las líneas con el mundo exterior y se hubiese dejado arrastrar por algo que no se llegaba a comprender muy bien.
Cuando se fijó en aquella luz que bajaba desde lo alto del cielo, David frunció el ceño e intento, por todos los medios, situarse en el lugar donde estaba; es decir, en saber exactamente que hacía y donde estaba.
Su mirada recorrió el alrededor y se dio cuenta que lo que a había  vivido no era cierto, ya que su mente estaba volviendo en sí. De  aquel trastorno mental que tenía gracias a un suceso que su mente quería suprimir. Se dio cuenta que no estaba solo, observando a su lado miro a los médicos que le miraban con sus caras deformadas y una horrible sonrisa en su rostro. David se encontraba en una especie de prueba para medir su grado de locura y el grave trastorno de su mente.
Todo lo que la memoria le descubría después estaba en relación con algo que le impresionaba de manera profunda. Y la duda, la terrible duda, nació en cuanto su rostro le descubrió algunos recuerdos que parecían no estar en relación con el presente ni el instante que estaba viviendo. La realidad se unió con la fantasía.
Dejándose llevar por la imaginación, sin poderse mover de allí, se su mente dibujaba la más fantástica aventura que hubiera podido imaginarse jamás. La idea de que se había dejado llevar por su fantasía, le complacía. Nada podía agradale tanto como aquello en efecto. Pero la sensación de angustia que experimentaba y que era como algo que se hubiese clavado en lo más profundo de su alma, le sobrecogía de nuevo y las dudas se soltaron.
Con un gesto nervioso, echó una Ojeada al reloj de la pared e intento calcular el tiempo que había trascurrido desde que estaba en aquella habitación.
Pero el reloj no le dio ninguna seguridad. Por lo tanto ignoraba el tiempo que estuvo fuera de él. De todas maneras pensó, era por completo imposible que todo lo que ahora se acumulaba en su cerebro hubiese trascurrido en un tiempo tan relevante mente corto. Volvió a estremecerse.
Durante unos instantes, cuando se precisaron sobre su conciencia las imágenes de su instancia en el manicomio, David sintió que sus cabellos se erizaban sobre su cabeza. A pesar de estar mirando a su alrededor la grisácea habitación, su atención estaba muy lejos de allí, preso de la angustia que le producía recordar aquella celda de paredes acolchadas donde había sido encerrado, y de la que había conseguido escapar gracias a los fantásticos pensamientos que lo alejaban de allí.
¿Estaba verdaderamente loco?
Mientras su corazón se ponía a latir con una fuerza inusitada, enfoco con mayor precisión el aparato óptico con el que le analizaban y comprobó, ahora sin ninguna duda que estaba encerrado en su mundo. De nuevo se sintió angustiado.
Si lo que estaba viendo era cierto. Todos los recuerdos que seguían agolpeando en el interior de su cerebro eran un reflejo vivo de la realidad que había acontecido, en un tiempo cualquiera, pero impregnada en verdad, que no tenía nada que ver con su temor de que se hubiese tratado, simplemente, de una alucinación fantástica que hubiese experimentado en los minutos que llevaba sentado en aquella silla.
Después de aquella observación callo dormido en aquella silla.
Estaba de nuevo en la habitación….
Al abrir los ojos, David tropezó con la odiosa visión de aquellas paredes acolchadas. De inmediato, se sentó en su lecho, frotándose los  con verdadero furor, como si hubiese deseado arrancar de sus retinas las imágenes que jamás hubiera querido contemplar una vez más. Pero estaba allí.
Para percatarse de ello, David se puso en pie y caminó hacia una de las paredes, a la que golpeó con los puños cerrados.
< ¿Es que no he hecho esto antes?>, se preguntó angustiado. Si las cosas seguían de aquel modo, no había duda de que terminaría justificadamente loco, y que su estancia allí seria lo único que podría sucederle.
Pero… Lo curioso era que poseía un doble recuerdo de aquella celda.
Volvió a la cama y se posó en una esquina en posición fetal, mientras se reía con una risa un tanto loca y psicópata, se profundizaba en sus pensamientos y se encerraba en su fantasía la cual era la única forma de ser libre  de aquella prisión que quizás curaría su mente enferma.
por: c.m.k

domingo, 14 de abril de 2013

Último aliento


El moribundo
Toma una bocanada de aire
Hace un último esfuerzo
Un último intento
Por no dejar este mundo
Por aferrarse a su cuerpo
A su carne
A su mente
A sus huesos
Él no quiere morir hoy
Él no quiere irse a la nada
Tan pronto
Tan rápido
Sin haber realizado sus sueños
Sin haber besado los labios de su amada
Una última vez
Solo una última vez
Pero la vida le impide un minuto más
Lo lanza a la oscuridad
Lo despoja de toda esperanza
Vida ya no hay
El moribundo se apaga
Poco a poco
Toma un último aliento
La conciencia sale de su cuerpo
La nada le espera
Espera a todos
Espera por ti

L.D.M.L