Caminando
de un lado a otro de su celda, David, enfurecido, no dejaba de golpear las
paredes acolchadas que resistían todos sus golpes. Una especie de loco furor se
había apoderado de él. Trasladado a aquel manicomio, no le pesaban los momentos
que estaban haciéndole pasar, si no la ingratitud y la estupidez que aquel jefe
de policía que, dejándose llevar por la desaparición de unas pruebas, se había
negado a creer lo que él le había contado.
Sin
duda, se dijo, algo debía de haber ocurrido para que la pruebe tomada por
Milton no reprodujese, de la misma manera que aquella copia que había
proyectado en los estudios, la repugnante imagen de la criatura extraterrenal
que había tomado la apariencia y la personalidad de linda Klinger.
Sometiendo
su cerebro a un trabajo durísimo, el joven ayudante del director se preguntó, una vez más, como había sido posible que la
cámara mintiese. Y no tuvo más remedio que rendirse a la evidencia,
contestándose a aquella pregunta para llegar a la conclusión de que las extrañas
criaturas que habían llegado desde otra dimensión, poseían poderes especiales,
capaces de tergiversar incluso las imágenes captadas en la película, cosa que
no había hecho en la primera ocasión, ya que los tres ignoraban por completo
que tal cosa hubiera sucedido.
Eso
debió ser lo ocurrido.
Pero
había más que una manera de explicarse la actitud de la falsa linda Klinger, ni
Milton, ni el director, ni él habían dicho una sola palabra de lo ocurrido en
la sala de proyecciones. En realidad solo Milton y él fueron los que vieron las
terribles imágenes, aparte del operario proyector, que también debía de haber
guardado silencio.
Y
para que aquello se supiera, para que la noticia llegara hasta los tres
misteriosos personajes que se albergaban en el metrópol, solo podía pensarse
que estos poseían la manera de leer el pensamiento de las personas; es decir,
que tenían poderes telepáticos.
Y
aquello significaba también un peligro terrible para la tierra. Porque si las
criaturas venían de otro mundo u otra dimensión eran capases de leer los
pensamientos de los que estábamos en esta tierra, o mejor dicho los que
estábamos vivos.
Las
estúpidas preguntas del psiquiatra, la clase de análisis que le había hecho,
los complicados tests, le pusieron fuera de sí. Por eso le habían encerrado en
aquella celda de paredes acolchadas. ¡Le habían tomado por un loco peligroso!
¡Banda de estúpidos!
El
había hecho lo posible para que el médico comprendiera su punto de vista,
hablando con regularidad, despacio de manera normal. Le había contado todo
completo desde aquel preciso instante en
el que había presenciado aquellas terribles criaturas y tomaron la vista que
después, en el negativo color, demostraron la verdadera personalidad de los falsos
artistas. Había dominado su cólera, frenado sus nervios, esperando que el
médico, que le contemplaba con una impenetrable expresión, comprendiera su
punto de vista y se percatara del tremendo peligro que David le estaba
anunciando.
El
resultado era aquel: se encontraba en aquella celda y era casi seguro que
tardaría muchísimo tempo en volver en comunicarse con él, salvo en las
contadísimas excepciones en que le trajeran alimento tres veces al día.
Volvió
a golpear con furia las paredes, algo se produjo en el interior de su cerebro.
Fue como si una luz interna cegara sus sentidos. Se quedó quieto, en una
actitud ridícula y un tanto cómica, con los puños levantados como si quisiera
segur golpeando las paredes de la celda. Y luego de forma paulatina, una
especie de tremenda paz y de seguridad penetro en él, borrando las huellas que
la cólera había dejado en su conciencia. Retrocedió, se sentó en el borde de la
cama y esperó, con una seguridad intuitiva, como si supiera que tenía que
ocurrir algo. Y así fue.
Momentos
más tarde, la voz de linda Klinger, una voz interna y sin sonido, puramente
mortal, llegaba hasta él.
<Hola
querido>. Los músculos de su cuerpo se contrajeron, era como una resistencia
a algo que no podía concebir. Pero una nueva oleada de blandura, de
tranquilidad, recayó sobre él, haciendo que dejara aquella postura erecta,
aquella dolorosa contracción de todo el cuerpo que le mantenía tieso como un
palo.
<No
te preocupes, querido- siguió diciendo la voz -. Voy a ayudarte>.
Atreviéndose, David dijo ¿Dónde estás, linda?
<No
hace falta que hables, amor mío – respuesta de la voz interna de ella-. Basta
que pienses tus respuestas. Estoy comunicándome contigo gracias a un
procedimiento telepático. Sé que tú ya habías sospechado que nosotros, nosotros
tres, poseíamos esa arma mortal tan extraordinaria.>
-Yo
se que pensabas que era de este mundo pero en realidad este cuerpo no es mío.
-No
puedes imaginarte cuanto lamento lo ocurrido.
-Y,
¿Qué piensas hacer ahora?
-Ya
te lo he dicho antes, salvarte. Y debo esperar un poco. Dentro de unos instantes
una celda se abrirá. No hagas caso a nada de lo que veas. Tampoco quiero que te
detengas. Dirígete hacia la salida del sanatorio. Allí te estoy esperando, en
un carro.
El
silencio mental cayo directamente sobre él. Sin dar crédito a lo que acababa de
oír, asustado con la posibilidad de que verdaderas alucinaciones vinieran ahora
a mostrar el mal estado de su cerebro. David, se sintió al principio
sobreprotegido por un íntimo y terrible pavor. Pero en aquel momento, la celda
de la puerta se abrió.
David
se puso en pie y se dirigió hacia la salida de la celda. Allí vio, con
sorpresa, que había sido el guardián que la había abierto. El hombre le miraba
con los ojos dilatados, pero con una expresión especial en la mirada, como que
le hizo comprender enseguida a David que aquel desgraciado estaba bajo el
efecto de un potente influjo hipnótico.
Avanzando
rápidamente por el pasillo encontró a
otros personajes de la clínica: médicos, enfermeras, incluso visitantes. Todos
ellos estaban inmóviles, parecían estatuas, bajo el efecto hipnosis que debía
de llegar, atreves de ondas mentales,
desde el exterior, donde la poderosa linda Klinger, que de alguna manera había
que llamarla, estaba actuando sobre ellos.
Apretando
el paso, David llegó junto a la escalera y descendió con rapidez los escalones
cubiertos con una espesa y elegante alfombra. Una vez en el vestíbulo, la
escena vista en los pasillos del piso superior se repitió, de manera más
amplia, ya que allí había muchas personas, seguramente visitantes, todos ellos
en la misma actitud de inmovilidad que
los que el joven había encontrado en el pasillo del primer piso.
La puerta
estaba abierta. Al atravesar el umbral, David
no pudo contener un suspiro de satisfacción. ¡Estaba respirando aire
libre! Y, sin poder evitarlo, apretó el paso, hasta echar a correr de manera
franca. Que mantenía y así atravesó el amplio jardín, para salir adelante del
portero que mantenía aquella misma actitud de palo, y luego dirigirse hacia el
vehículo donde linda Klinger, es decir “la otra”, le estaba esperando.
Nada más
sentarse en el carro, este se puso en marcha corrió rápidamente por la amplia
avenida.
David
pensó unos momentos que la falsa linda le llevaría hacia el hotel <Ormuz
>. Pero no fue así la mujer que conducía el vehículo con verdadera maestría,
se alejó del centro de la ciudad y tomo una de las carreteras que conducía al exterior. Sin
cambiar una sola palabra con David, ella apretó el acelerador, una vez en la
autopista, y el coche se alejó a gran velocidad de la ciudad, que quedó atrás,
confundiéndose cada vez más con la neblina que la cubría casi por completo.
Fue mucho
más tarde, cuando ya casi empezaba a anochecer, que el vehículo se detuvo en un
sitio solitario, no lejos del mar, ya que desde loa lato de la carretera, que
bordeaba un profundo acantilado, se oía el rumor sordo y pagado de las olas que
se estrellaban rítmicamente contra las rocas, en la misma base de la carretera.
Linda fue
hacia él.
-¿contento,
David? Pregunto
-Bastante,
linda. Es decir….
Ella frunció
el ceño.
-¿decías
algo? –pregunto, al ver que el guardaba silencio.
- Sí.
Hemos de poner las cartas sobre la mesa, amiga mía. Ya sé que no eres linda.
La sonrisa
se amplió en los labios de ella.
-se que lo
sabes, David. Pero ¿tanto te importa eso?
David hizo
una mueca.
-Es
probable que sí.
-Yo sé que
estás enamorado de la verdadera Linda, David. Lo descubrí rápido. Pero ¿no me
parezco a ella como una gota de agua?
-Depende….
-¿De qué?
-bien lo
sabes. Tuve tiempo de ver lo que verdaderamente eres cuando proyectamos aquel
trozo de película.
-¿Te
refieres a eso?
-¿Te
parece poco?
-Muy poco,
querido mío. La cámara capto, un aspecto de nuestra anatomía que solo es
posible contemplar en otra dimensión. Si ya sé que somos muy viejos, y que
nuestra piel y nuestro cuerpo han podido descubrir los defectos gracias a esas
malditas cámaras. Pero tú me ves con tus ojos, David. ¿No soy tan hermosa como
linda?
-Aparentemente,
sí.
-Puedes
decir que realmente, Tú no tienes ojos de vidrio, ojos muertos como esas cámaras
de luz. Me estás viendo tal como soy.
-No puedo
creerte.
-pronto me
creerás. No creas que ninguno de los tres hayamos escogido la personalidad de
esos histéricos actores de cine. Lo que ocurrió, sencillamente, fue que
coincidimos con ello, y que nos parecemos bastante, desde el punto de vista
físico. Pronto te darás cuenta, porque quiero llevarte conmigo, David.
-¿A dónde?
-poco
importa. Tengo en mis manos poderes suficientes para que seamos inmensamente
ricos. Dejaremos que liriun y akra
regresen al otro mundo.
_ ¿Quiénes
son esos?
-Los que
tú conoces bajo el nombre de Alan costero y marlow Akra es mi padre. Liriun era
mi esposo.
-¿vas a
abandonarlo?
Ella
sonrió
-Tú
podrías comprender, David. Las cosas no son en la otra dimensión como aquí. En
el mundo, a Liriun le importa muy poco.
Lo mismo que él me importa a mí. Pero aquí en la tierra, al leer tus
pensamientos, al analizar tus sentimientos, he descubierto algo verdaderamente
maravilloso, algo que ha desaparecido de mi dimensión.
-¿Qué es
ello?
-El amor,
cariño. Un amor primitivo y salvaje, a los ojos de las otras criaturas que
están en el otro mundo. Pero, es curioso; para una mujer como yo, este
descubrimiento me ha removido hasta lo más íntimo. Quizá no estaba tan
evolucionada como mi padre y mi esposo creían. Y es muy posible que haya
quedado en el fondo de mi carne una especie de recuerdo lejano de lo que fue la
vida en este mundo cuando faltaban miles de años que yo naciera. Pero eso ha
ocurrido David. He descubierto el amor en la tierra, una cosa nueva, atractiva,
maravillosa…
-Y, ¿crees
que ellos te dejaran quedar aquí?
-Claro que
sí. Dentro de poco nuestra luz, nuestro portal al otro lado estará abierta. Y,
akra, mi padre y liriun, mi esposo, regresaran a donde pertenecemos.
-¿Y los verdaderos
Alan colster, Douglas y linda?
_Ellos
regresaran a aquí a la tierra. Están protegidos, gracias a un poder especial de
mi padre. Tranquilo, volverán no te preocupes. Pero quiero que me prometas
algo…
-¿Qué?
-Que no
pensaras nunca más en la verdadera linda Klinger. Yo te cuidare, David. Mis
poderes telepáticos y otros que no puedes ni siquiera imaginar, estarán a tu
disposición. Serás rico, poderoso, pero siempre a mi lado.
David no
pudo evitar un estremecimiento.
-Y, ¿si no
acepto tu proposición? – pregunto. Sin atreverse a mirar a la mujer.
-La
aceptaras. Tengo los medios suficientes para obligarte, cariño. Pero no quiero
hacerlo…. A menos que tú me obligues…
-Comprendo.
Será capaz de dominarme como a todos esos hombres y mujeres a los que has adormecido
para permitirme que escapar del manicomio.
-Así es,
cariño. Me dolería mucho, pero no tendrías más remedio que hacerlo.
David se
mordió los labios.
Hubiera
dado cualquier cosa por tener una pistola al alcance de su mano. De haberla
tenido, hubiera disparado sin la menor vacilación contra aquella criatura
monstruosa que se escondía detrás del aspecto agradable y hermoso de linda
Klinger. Porque él sabía lo que se escondía al otro lado de aquella piel, de
los ojos aterciopelados, de la boca perfectamente dibujada, de los cabellos
sedosos que caían sobre sus hombros femeninos.
Él lo
sabía.
Una piel
ajada, repleta de arrugas, cubriendo apenas un esqueleto. El aspecto total y
global de un ser que había vivido cientos y cientos de años y que el frio ojo
de las cámaras de cine, aquel frio ojo de cristal del que había hablado ella,
había descubierto, al mismo tiempo que la horrenda maquinación de aquella
criatura, venida de un mundo el cual no conocemos. Aquella criatura que jugaba
con los humanos gracias a los poderes excepcionales que poseían.
La luz a
la otra dimensión se estaba abriendo.
A pesar de estar mirándola, de no separar los
ojos de ella, David Olson tardo mucho tiempo en entrar en contacto con la
realidad. Estaba sumido en una especie de raro estado, como si hubiese roto
todas las líneas con el mundo exterior y se hubiese dejado arrastrar por algo
que no se llegaba a comprender muy bien.
Cuando se fijó
en aquella luz que bajaba desde lo alto del cielo, David frunció el ceño e
intento, por todos los medios, situarse en el lugar donde estaba; es decir, en
saber exactamente que hacía y donde estaba.
Su mirada
recorrió el alrededor y se dio cuenta que lo que a había vivido no era cierto, ya que su mente estaba
volviendo en sí. De aquel trastorno
mental que tenía gracias a un suceso que su mente quería suprimir. Se dio
cuenta que no estaba solo, observando a su lado miro a los médicos que le
miraban con sus caras deformadas y una horrible sonrisa en su rostro. David se
encontraba en una especie de prueba para medir su grado de locura y el grave
trastorno de su mente.
Todo lo
que la memoria le descubría después estaba en relación con algo que le
impresionaba de manera profunda. Y la duda, la terrible duda, nació en cuanto
su rostro le descubrió algunos recuerdos que parecían no estar en relación con
el presente ni el instante que estaba viviendo. La realidad se unió con la fantasía.
Dejándose
llevar por la imaginación, sin poderse mover de allí, se su mente dibujaba la
más fantástica aventura que hubiera podido imaginarse jamás. La idea de que se había
dejado llevar por su fantasía, le complacía. Nada podía agradale tanto como
aquello en efecto. Pero la sensación de angustia que experimentaba y que era
como algo que se hubiese clavado en lo más profundo de su alma, le sobrecogía
de nuevo y las dudas se soltaron.
Con un
gesto nervioso, echó una Ojeada al reloj de la pared e intento calcular el
tiempo que había trascurrido desde que estaba en aquella habitación.
Pero el
reloj no le dio ninguna seguridad. Por lo tanto ignoraba el tiempo que estuvo
fuera de él. De todas maneras pensó, era por completo imposible que todo lo que
ahora se acumulaba en su cerebro hubiese trascurrido en un tiempo tan relevante mente corto. Volvió a estremecerse.
Durante unos
instantes, cuando se precisaron sobre su conciencia las imágenes de su
instancia en el manicomio, David sintió que sus cabellos se erizaban sobre su
cabeza. A pesar de estar mirando a su alrededor la grisácea habitación, su atención
estaba muy lejos de allí, preso de la angustia que le producía recordar aquella
celda de paredes acolchadas donde había sido encerrado, y de la que había conseguido
escapar gracias a los fantásticos pensamientos que lo alejaban de allí.
¿Estaba
verdaderamente loco?
Mientras su
corazón se ponía a latir con una fuerza inusitada, enfoco con mayor precisión
el aparato óptico con el que le analizaban y comprobó, ahora sin ninguna duda
que estaba encerrado en su mundo. De nuevo se sintió angustiado.
Si lo que
estaba viendo era cierto. Todos los recuerdos que seguían agolpeando en el
interior de su cerebro eran un reflejo vivo de la realidad que había acontecido,
en un tiempo cualquiera, pero impregnada en verdad, que no tenía nada que ver
con su temor de que se hubiese tratado, simplemente, de una alucinación fantástica
que hubiese experimentado en los minutos que llevaba sentado en aquella silla.
Después de
aquella observación callo dormido en aquella silla.
Estaba de
nuevo en la habitación….
Al abrir los
ojos, David tropezó con la odiosa visión de aquellas paredes acolchadas. De inmediato,
se sentó en su lecho, frotándose los con
verdadero furor, como si hubiese deseado arrancar de sus retinas las imágenes que
jamás hubiera querido contemplar una vez más. Pero estaba allí.
Para percatarse
de ello, David se puso en pie y caminó hacia una de las paredes, a la que golpeó
con los puños cerrados.
< ¿Es
que no he hecho esto antes?>, se preguntó angustiado. Si las cosas seguían de
aquel modo, no había duda de que terminaría justificadamente loco, y que su
estancia allí seria lo único que podría sucederle.
Pero… Lo curioso
era que poseía un doble recuerdo de aquella celda.
Volvió a
la cama y se posó en una esquina en posición fetal, mientras se reía con una
risa un tanto loca y psicópata, se profundizaba en sus pensamientos y se
encerraba en su fantasía la cual era la única forma de ser libre de aquella prisión que quizás curaría su mente
enferma.
por: c.m.k