sábado, 3 de agosto de 2013

Pequeño cuento (número 3)

Andrea la artista dibujaba enérgicamente su alter ego en las blancas hojas de papel que tenía en frente. Cuando dibujaba, parecía que algo la dominara, que algo controlara sus movimientos y sus pensamientos, pues el mundo, mientras la punta del lápiz dejaba todo su carbón en las hojas, se detenía completamente.

Su alter ego era lo opuesto a ella, pero no quería dibujar aquello para dejarlo libre, sino para encarcelarlo, para nunca, de nuevo, dejarlo salir. Todos tenemos un lado oscuro, pensaba Andrea, y nuestro deber es mantenerlo dentro, muy adentro. No deseaba recordar aquella vez que salió a la luz.

Andrea la artista solo quería ser buena, no le interesaba la maldad, ni hacerle mal a nadie. Sin embargo, dudaba bastante que su pequeño experimento funcionara. ¿Qué haría una hoja de papel para evitar que saliera otra vez? No lo sabía, pero esperaba ansiosa que así fuera.

Al terminar, miró su obra de arte. Su alter ego la asustaba, la ponía nerviosa, era increíble como dentro suyo pudiera existir un ser así. Y sin embargo, después de verlo con mayor detenimiento, pudo notar que su alter ego era igual a ella, y si era igual ella no podría ser un alter ego, pues solo era bondad.


Andrea no podía encerrar lo que ella era, Andrea no tenía un lado oscuro como firmemente pensaba, Andrea nunca había dejado de ser quien era. Al darse cuenta de eso, rompió el dibujo en mil pedazos y salió de su cuarto, a la vez que el sol empezaba a dominar los cielos y miles de voces y pensamientos entraban precipitadamente a su cabeza. 

L.D.M.L

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