La
hermosísima Sofía miraba a sus padres con atención y curiosidad,
mientras estos hablaban de manera entusiasmada y ruidosa. Ella no
entendía nada de lo que decían y trataba siempre de concentrarse en
otra cosa, hasta que el ruido acababa y todo volvía a la normalidad,
por unas horas.
Sofía
no se llevaba bien con otros niños y niñas de su edad, por eso
prefería jugar sola y aveces, con su amiga imaginaria que tanto
amaba. Sabía que era imaginaria, que no existía, que solo actuaba y
pensaba porque ella quería que así fuera. Su amiga imaginaria solo
era un juguete animado de la hermosísima Sofía. Eso la reconfortaba
por un rato.
Sin
embargo, las conversaciones de sus padres se hacían cada día más
ruidosas y Sofía se sentía cada día más sola. Como anhelaba
caerle bien a los demás niños, pero estos siempre la hacían a un
lado, siempre la rechazaban por ser diferente. ¿En que era Sofía
diferente a los otros? En nada, solo les caía mal a todos, sin razón
aparente.
Por
eso, se apegaba más a su amiga. Pero un día, aquel juguete viviente
cobró conciencia, pensaba y actuaba por si misma, sin el
consentimiento de Sofía. Era algo agresiva, grosera y poco a poco
fue perdiendo el interés por jugar juegos de niños. Al final,
decidió abandonarla, escapando de su mente y saltando por la
ventana. Sofía, que la miraba con una tristeza infinita desde su
cuarto, solo pudo dejar escapar unas cuantas lagrimas mientras
escuchaba como sus padres, de nuevo, comenzaban a hablar
ruidosamente.
L.D.M.L
No hay comentarios:
Publicar un comentario